‘El presi’ ya está en la capital: tiempo de ilusión

La letra pequeña del relato nos dice que empezaron perdiendo casi de veinte, que Harden era baja, que a Russ le entró casi todo y que Mo Wagner cerró el show con porcentajes propios de Tyson Chandler bajando alley-oops. Que a pesar de salirles prácticamente el partido ideal embocaron los diez últimos segundos de encuentro perdiendo de cinco, y que sólo un triple estratosférico de Beal, otro de Westbrook –tras error garrafal en el saque de fondo– y un corbatón de Luwawu-Cabarrot como guinda a una defensa de verbena (¿¿dónde estabas, Bradley??) salvaron a Washington de la quema y de la decimotercera derrota de la temporada en dieciséis partidos.

El titular, no obstante, dirá que los Wizards vencieron a los Nets en un partido monumental y una remontada de las que hacen rugir la grada (de haber gente en ella). Que el peor equipo del Este ganó a uno de los mayores aspirantes al título. Ambos tamaños de fuente dirán la verdad, pero este triunfo poco o nada tiene que ver con, por ejemplo, el esotérico de Detroit a los Lakers del otro día. Para empezar porque para ser un matagigantes antes debes ser de la estirpe de David, y en un vestuario donde militan Russell Westbrook y Bradley Beal esto no es correlativamente posible.

Si esta asociación en el backcourt hubiese tenido lugar sólo un par de años atrás (incluso unos meses atrás, cuando Russ estaba esplendido antes de su lesión), los habríamos colocado directamente entre los contenders del Este. Eso que justamentente han sido todo el tiempo Wall y Beal (sanos) han mandado en el perímetro de los Wizards.

¿Y ahora, qué es lo que sucede? Nada raro, salvo que la memoria es frágil y el hate hambriento, como un zasca de Rufián desde su escaño en el Congreso. Mientras, lo que yo siento es que sólo estamos ante otro día de la marmota, sólo que más que día habría que hablar de mes o de trimestre; eso y que ahora el socio de Russ no es el combo guard Harden, sino shooting guard Beal. Por lo demás, la cronología de los hechos dibuja un paralelismo apabullante:

Westbrook y las lesiones

El principio del curso baloncestístico ha lastrado al base, en forma de lesión, estos dos últimos años, demorando su mejor versión y un dictamen justo y ponderado sobre su impacto en el rendimiento global del equipo hasta transcurridas varias semanas.

La química: un proceso

Un ex MVP amante del protagonismo y tan seguro de sus habilidades como inconsciente de sus defectos, requiere de un tiempo de adaptación… no de su parte, sino de quienes lo aguardan en el vestuario. Acostumbrarse a jugar con Westbrook no es fácil, pero tampoco fútil. El año pasado, tras sus primeros partidos en Houston, Sergio A. Chacón nos contaba cómo el aumento del pace no se traducía en una mejoría a canasta, ni suya ni de sus compañeros. Este curso, entre aullidos de alarma, todos hemos asistido al arranque ‘cangregil’ en que los Wizards, aún con el boxscore de la bestia hasta los topes, casi iban para atrás.

Los inicios de Russ, no importa qué roster o estrella pongas a su lado, son complicados. Lo vimos con George y Melo en Oklahoma, lo vivimos con su amigo Harden en Houston y lo estamos sufriendo ahora con Beal en la capital. El escolta fue todo bondades ante las cámaras (“Mi trabajo será facilitar su trabajo”)… pero todos los que hayáis disfrutado de Jerry Maguire sabréis que el ayúdame a ayudarte no se materializaba precisamente en los créditos de inicio.

La (importantísima) lesión de Thomas Bryant requiere más ajustes aún, y Scott Brooks no es el Bobby Fisher de los parquets anticipando nada. Hacer que todo cuadre requiere tiempo y un puñado previo de fracasos.

Ganar, casi un corolario

El Russell de finales de 2019 recuperó su despliegue físico, sus colegas la puntería, Harden el control… cada peón empezó a entender, proyectar y ejecutar su rol dentro del tablero… y como acertadamente apuntó Doc Rivers aquel 20 de diciembre tras ver caer a sus Clippers: «Prestamos tanta atención a Harden que nos olvidamos de que tienen otro MVP.»

Lo diré claro para que no queden dudas: los Wizards no son los Rockets. Aquel equipo tenía muy claro cuál era su sello y, coñas a un lado (los six seconds or less de D’Antoni), el ‘Hardensistema’ (donde la Barba era el rey y los demás cumplían el rol a la perfección para engrandecer su reinado) funcionaba, quedándose a un suspiro de ganar dos Finales de Conferencia. Daryl Morey se había sacado de la manga un equipo contemporáneo y ganador, pero siempre tuvo a un escudero de lujo como sostén: primero fue Chris Paul, luego Russ.

Los Wizards, por su parte, perdieron la identidad en el instante en que Wall cayó lesionado, y desde entonces que andan a la caza de una. Con Wesbrook y el que es para muchos el mejor ‘2’ del planeta (y en el debate, mínimo, está), hay mimbres, ya sí de nuevo, para volver a forjarla.

Plantilla justa pero suficiente

Resuelto el mutatis mutandis es tiempo de ceteris paribus. Es decir, sin más lesiones ni contratiempos es momento de volver a ganar para alzar a esta franquicia, con su actual rotación, a donde le corresponde: mínimo, a los play-in del Este. Mínimo. El mercado de refuerzos espera a la vuelta de la esquina, pero ahí no está la solución al varapalo de Thomas Bryant ni tampoco a una plantilla algo corta como es la de Brooks.

Como entrenador, Brooks destaca, presumiblemente, como gestor en tareas de player development (desarrollando y exprimiendo talento joven) y por su ahínco en la defensa. Pero Washington lleva dos años que no defiende un pimiento, y en lo que va de 2020/21 es el PEOR equipo atrás de la NBA, siendo el único que encaja más de 120 puntos de promedio. Eso tiene que cambiar y hacerlo es una labor de todos, por lo que Russ ya puede ir activando, aunque estemos febrero, su modo ‘perro de presa playoffs’.

En lo del talento joven no defrauda: Deni Avdija (pick 9 del Draft) ha caído de pie y está tímido pero acertado en sus incursiones de ataque. Garrison Matthews es el jugador con contrato dual que le robó la cartera a Joe Harris en línea de fondo y le ofreció a Russ el tiro de la victoria. Rui Hachimura tiene destellos, Robin López y Alex Len son carne suficiente para (sin florituras) aguantar el empuje atrás (veremos qué pasa con Jordan Bell). Y lo más importante: Davis Bertans is back, y por si su contrato no os da todas las pistas de lo que significa tener de vuelta a este jugador y su bendita muñeca (5 años y 80 millones), ahí tenéis al mencionado Joe Harris marcándose un ídem de libro en Brooklyn, un vestuario cargadito de estrellas.

Ganas de ganar

De todos modos, sólo por la dupla Westbrook-Beal en pleno estado de forma ya tenemos argumentario suficiente para decir que los Wizards son (o están obligados a aspirar a) más que otras seis franquicias del Este (Cavs, Knicks, Pistons, Bulls, Magic, Hornets) sin robarle méritos al inicio de ninguna de ellas. No sólo por el qué sino, como casi siempre, por el cómo.

Elio dio justo en el clavo en su último dominical de Extra con Westbrook al ahondar en su primer cruce de proas con John Wall tras el traspaso que intercambió sus papeles:

<<No salen a la pista por dinero porque sus contratos garantizados son altísimos. Pero juegan para ganar. Podemos discutir sobre el modo en que lo hacen, sobre la forma de jugar de cada uno y sobre todo lo que queramos, pero en la cancha van a por todas>>

Elio Martínez en el boletín dominical de Extra nbamaniacs.

Y así es exactamente como funciona la mente de Russ. Él el burro, el triunfo la algarroba, y el carromato la fase regular que avanza y lo acerca incansablemente a ella.

De hecho (y no me es fácil escribir esto sobre un jugador que no me entusiasma) para mí va incluso más allá… pues el playmaker de los Wizards, en dos cosas fundamentales, me recuerda nada menos que a Kobe Bryant: en que competir nunca es una opción, sino una obligación (soul Black Mamba), y en que, como Kobe entonces, es capaz de conducir a una panda de cojos a los playoffs (para más, el roster de sus 81 puntos), aunque sea para morir, extenuado, en primera ronda.

No nos equivoquemos. Lo del otro día fue un espejismo (su 4 de 7 en triples, digo… Russ es y será siempre un jugador de 30% en long-range… al igual que su brutal sesentaylargos por ciento de acierto en acciones de penetración). No es espejismo, sin embargo, su inherente don para hendir en el rival que obvie, como bien apreció Doc Rivers, que no solo Beal necesita de marcajes dobles para atenuar su poder de daño. Flótale y puede que falle; ofrécele el aclarado y quizás no tengas tanta suerte.

No hace ni dos semanas que Donald Trump abandonó el Despacho Oval, pero su aura –esa que va por libre, que disrumpe, polariza, compacta e impacta y, sobre todo, a nadie deja indiferente– no ha tenido que salir de Washington para acomodarse en un nuevo huésped. El Fed. Reg. clama Biden, pero el Post susurra Westbrook: el otro flamante presi de la capital.

(Fotografía de portada de Will Newton/Getty Images)


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